Las vírgenes suicidas

Título: Las vírgenes suicidas | Autor: Jeffrey Eugenides
Editorial: Anagrama | Páginas: 229

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En menos de dos años, las cinco hermanas Lisbon, de entre trece y diecisiete años, se suicidaron.  

El misterio que suscitó siempre la belleza de todas ellas entre los jóvenes del barrio se vio roto en mil pedazos con la muerte de las que eran, para ellos, inalcanzables musas. Con cada nueva muerte, los Lisbon se encerraron aún más en sí mismos, aumentando el ambiente de opresión que ahogaba las ansias de libertad de las jóvenes y las ganas de conocer los secretos de esa feminidad oculta de los jóvenes que las espiaban por las ventanas, tratando de comunicarse con ellas, pidiéndoles canciones por teléfono, aumentando la atmósfera etérea que las envolvía, como si fueran un sueño. Veinte años después, aquellos muchachos que tanto las admiraron y desearon, ya en la frontera de la madurez, intentan desentrañar el enigma de aquellas niñas que murieron, y que aún siguen fascinándolos.


Pese a que el protagonismo de las cinco hermanas Lisbon es claro, destaca en la novela la poca información que se proporciona de ellas, de acuerdo al punto de vista narrativo, situado en los muchachos a los que tanto fascinaron. A través de los recuerdos de esos jóvenes, que son ahora hombres adultos, a través de un "nosotros" que enmascara sentimientos y pensamientos, es como Eugenides adentra al lector en el misterio y la fascinación que ocasionaron estas chicas. A través de distintos testimonios que van recopilando y de sus propios recuerdos, las jóvenes se nos muestran casi como fantasmas etéreos, aún cuando se habla de cuando ellas estaban vivas. Todo lo que podemos acercarnos al misterio es a través del testimonio de otros y no de las propios sentimientos o palabras de las protagonistas macabras de esta historia. De las cinco, en las dos únicas en las que quizá se pueda llegar a profundizar un poco más es en Cecilia y Lux. De hecho, las palabras iniciales de la pequeña Cecilia resultan escalofriantemente iluminadoras de cuáles serían sus intenciones:

-¿Qué haces aquí, guapa? Si todavía no tienes edad para saber lo mala que es la vida... [...]
-Está claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años - dijo.


Con esa breve frase, en boca de Cecilia, a mi parecer, el autor consigue transmitir toda la angustia social y las ansias de libertad que pueden atosigar a cualquier adolescente, aún hoy en día. La matriarca de la familia Lisbon es una muestra de la opresión religiosa que puede encontrarse en algunos pueblos de América, la cual, en lugar de ser un punto de apoyo al que asirse cuando te sientes perdido, te empuja al abismo. La juventud de Cecilia y su determinación muestran que, a veces, las promesas de un futuro de libertad pueden no ser suficientes para aguantar la opresión que te asfixia.

El relato se estructura de manera que el lector se forme sus propias pesquisas sobre lo ocurrido porque, aunque, como los muchachos, tenemos a las hermanas delante de nuestros ojos, no somos capaces de ahondar en sus pensamientos y descubrir si quiera una mínima parte de sus intenciones. Se nos presentan como chicas risueñas, aparentemente rebeldes, extrovertidas, con ganas de vivir, pero que al final, acorraladas al igual que en los dramas lorquianos, se alzan en rebeldía con el máximo acto de expresión de libertad: el suicidio.

Como si fuésemos uno más de los vecinos de esta pequeña vecindad americana, a través de cotilleos, recuerdos, recortes de los periódicos, conformamos la triste historia. En mi opinión, es un libro que consigue crear en el lector una atmósfera onírica, en la que todo el horror queda acunado por la dulzura y el amor de los muchachos del barrio hacia las que fueron el foco de sus pensamientos y deseos. Si tuviera que añadir un pero, diría que me hubiese gustado profundizar más psicológicamente en cada uno de los miembros de la familia Lisbon. Sin embargo, Eugenides consigue que el no saber sea el mayor encanto de su obra.

Para la mayoría de las personas el suicidio viene a ser como una ruleta rusa. Hay una sola bala en el tambor. En el caso de las hermanas Lisbon, el arma estaba totalmente cargada. Una bala por presión familiar. Una bala por predisposición genética. Una bala por malestar histórico. Una bala por un impulso inevitable. Las otras dos balas son imposibles de nombrar, pero esto no quiere decir que las cámaras estuvieran vacías. 


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