Editorial: DeBols!llo | Páginas: 254
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Julio Llamazares se licenció en Derecho pero profesionalmente se ha dedicado al periodismo en Madrid. Sus dos primeras novelas, Luna de lobos (1985) y La lluvia amarilla (1988), fueron finalistas del Premio Nacional de literatura. En 2016 quedó finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León con su novela Distintas formas de mirar el agua. Su obra se caracteriza por un gran intimismo y por el uso de lenguaje preciso y muy cuidado, cosa que se puede apreciar muy bien en la obra que hoy nos atañe: El cielo de Madrid.
El cielo de Madrid es una reflexión retrospectiva que hace el protagonista de lo que ha sido su vida, contándosela a su hijo recién nacido. El protagonista, Carlos, quiere que su hijo sepa en el futuro que su padre ha pasado su vida "deambulando entre la luz y la oscuridad, entre la libertad y la necesidad de amor, entre la soledad y la búsqueda de éxito, entre el cielo y el infierno en el que pinto desde hace muchos años". Casi de la misma forma que en su anterior obra, Escenas de cine mudo, Llamazares hace un canto poético hacia el pasado, en un intento de impedir su disolución absoluta en la memoria.
Carlos es un joven pintor asturiano que se traslada a Madrid durante el final del franquismo, con la esperanza de encontrar en la gran capital un ambiente adecuado para desarrollar su ideal artístico y darse a conocer. Así, se nos muestra un grupo de jóvenes artistas con ideales bohemios que han huido del estrecho pensamiento de provincias y que quieren alcanzar ese cielo de Madrid que da título a la novela. Entre amores, rupturas, decepciones y luchas por la preservación de los ideales, nos vamos sumergiendo en la soledad de Carlos, el cual no quiere aceptar el paso del tiempo a su alrededor hasta que este le golpea con la más profunda melancolía.
Llamazares, una vez más, otorga a los personajes una profundidad psicológica que permite al lector sumergirse en la introspección del protagonista e identificarse con los estados de ánimo y las situaciones que vive: la angustia del joven artista por el futuro, el agobio ante el compromiso sentimental, el dolor de sentir que su camino se separa del de sus amigos... Carlos se muestra como un ser eminentemente sentimental y con un cierto síndrome de Peter Pan. Todos los cambios que se producen a su alrededor producen una soledad, que se acentuará hasta llegar a su máxima expresión al final de la novela.
En cuanto al lenguaje utilizado por el autor, debo decir que parece forzadamente coloquial en algunos puntos de la novela, aunque las continuas repeticiones y frases confusas hacen que el lector sienta como suyas las dudas e inquietudes del protagonista. A mi parecer, Llamazares consigue sumergir al lector en la profunda melancolía que embarga al protagonista y que está presente como eje central de la historia. Además, también destacan los ecos de las anteriores novelas del autor, así como de Dante - con cuyas citas comienza cada uno de los círculos en los que se divide el libro, al igual que hizo el italiano en su Divina Comedia - y de Bécquer, cuya teoría literaria, a mi parecer, está también muy presente:
Se podría calificar la novela como bildungsroman ya que, aunque el protagonista comienza a recordar su vida cuando ya tenía treinta años, es cierto que se produce una evolución psicológica y de maduración desde que empieza hasta que finalmente se convierte en padre. Una novela que hace reflexionar, a los más jóvenes sobre lo que está por venir, y a los mayores, sobre aquello que fue, y a todos, sobre la soledad que nos invade entre la multitud.
Llamazares, una vez más, otorga a los personajes una profundidad psicológica que permite al lector sumergirse en la introspección del protagonista e identificarse con los estados de ánimo y las situaciones que vive: la angustia del joven artista por el futuro, el agobio ante el compromiso sentimental, el dolor de sentir que su camino se separa del de sus amigos... Carlos se muestra como un ser eminentemente sentimental y con un cierto síndrome de Peter Pan. Todos los cambios que se producen a su alrededor producen una soledad, que se acentuará hasta llegar a su máxima expresión al final de la novela.
"Porque aquel tiempo era el de las ilusiones. Y el del amor. Y el de los descubrimientos. Un tiempo lleno de sueños y de continuos cambios y encuentros que yo recordaba ahora, a punto de darlo por finalizado"
En cuanto al lenguaje utilizado por el autor, debo decir que parece forzadamente coloquial en algunos puntos de la novela, aunque las continuas repeticiones y frases confusas hacen que el lector sienta como suyas las dudas e inquietudes del protagonista. A mi parecer, Llamazares consigue sumergir al lector en la profunda melancolía que embarga al protagonista y que está presente como eje central de la historia. Además, también destacan los ecos de las anteriores novelas del autor, así como de Dante - con cuyas citas comienza cada uno de los círculos en los que se divide el libro, al igual que hizo el italiano en su Divina Comedia - y de Bécquer, cuya teoría literaria, a mi parecer, está también muy presente:
"Mira, Carlos - decía Suso cuando se ponía serio, cosa que cada vez hacía ya menos -: Solo se escribe de lo que no se tiene o de lo que se ha perdido. O sea, se escribe solo desde el deseo o desde la memoria. Porque el presente se vive, no se escribe"
Se podría calificar la novela como bildungsroman ya que, aunque el protagonista comienza a recordar su vida cuando ya tenía treinta años, es cierto que se produce una evolución psicológica y de maduración desde que empieza hasta que finalmente se convierte en padre. Una novela que hace reflexionar, a los más jóvenes sobre lo que está por venir, y a los mayores, sobre aquello que fue, y a todos, sobre la soledad que nos invade entre la multitud.
"Yo tenía compañía aquella noche, como la mayoría. Entonces, ¿por qué me sentía tan solo?"
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