Agramonte

Título: Agramonte | Autora: Yolanda Camacho
Editorial: Cerbero | Páginas: 138

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Adentrarse en un autor novel siempre es una mezcla entre ilusión y desconfianza y más tal y como está el mercado editorial actual, en el que cualquiera se hace llamar escritor y en el que no se suelen seleccionar los textos en función de su calidad. Y esas fueron las expectativas que tenía cuando empecé a leer Agramonte. Esta cortísima novela comienza con Elena, una joven de la que su jefa abusa en determinados aspectos, como les pasa a tantos otros trabajadores, y que debe hacer muchas horas extras en su trabajo. El último capricho de su jefa es que tiene que ir a trabajar un viernes por la tarde, fuera de su horario laboral, para ir a ver a una misteriosa señora y cobrar unas facturas. 

Debo reconocer que el comienzo de la novela es bastante insulso. Camacho comienza con una serie de tópicos que no capturan del todo la atención del lector pero que, debido a la brevedad de la obra, tampoco le dan tiempo a dejarlo sin que haya transcurrido ya la mitad del libro. Probablemente, para aquellos lectores que no hayan profundizado en los grandes libros de la literatura de terror, esta novela puede tener su puntillo, pero para los lectores más avezados en el género no es el libro más interesante. Únicamente he experimentado un momento de verdadera tensión a lo largo del libro

Los personajes están caracterizados de una manera confusa, aunque resulta gratificante que no sea de forma maniquea, sino que no cumplan muchas veces las expectativas del lector. Más que personajes terroríficos, estos cumplen los prototipos de las historias románticas paranormales que en los últimos años se pusieron tan de moda, al estilo Crepúsculo, para que nos entendamos. El hijo de la señora Agramonte, una dulce viejecita que parece que no ha roto un plato en su vida, se nos presenta como un psicópata que evoluciona a un seductor incomprendido y atormentado por su condición. 

Realmente, el terror o miedo que puede generar la novela no parte de sus personajes o de la ambientación, que es más bien escasa, sino de la incertidumbre ante lo que va a pasar. Elena vaga entre la vigilia y el sueño sin saber qué va a pasar con ella o con la vida que conocía hasta el momento en que decidió ceder una vez más a los deseos de su jefa e ir a trabajar en su tarde libre. Más que miedo, lo que generan las páginas de Agramonte es intriga. No me cansaré de decir que unos muertos, una casa vieja o unos asesinos en una historia no hacen que esta sea una historia de terror. 

Como ya aventuré al comienzo de esta reseña, la intertextualidad con otras obras de terror, ya sean de la literatura o del cine, es clara. Una anciana desequilibrada y su hijo psicópata en una casa extraña era algo que ya habíamos visto en Psicosis. Pero lo que hace la autora es abrir en la mente del lector todos los caminos posibles sin llegar a tomar ninguno de ellos. Lo que aún no he decidido es si esto es positivo o negativo. Pero lo que sí que puedo afirmar rotundamente es que el final de la novela decepciona, ya que Camacho decide quedarse a las puertas del comienzo de la historia. Una vez que se nos ha planteado la trama, que el lector puede sentirse interesado por los interrogantes sobre el futuro de Elena que se plantean, el libro termina con un final abrupto. Por lo que yo he podido averiguar, la segunda parte de la novela no está confirmada, por lo que los lectores que se vayan a aventurar a ella, deben tener claro desde el principio que es una historia que deja frío, no por el miedo, sino por su brevedad y sin sabor. Es una novela que se puede caracterizar por su hibridismo temático (terror, amor, incluso un poco de erotismo), pero que de tanto mezclar no sabe cómo definirse, ni opta por nada. Lo que le falta a Yolanda Camacho en esta novela, sin duda, es decisión y páginas

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