Editorial: Cátedra | Páginas: 128
***
Tras dos años y veinte días de matrimonio, Yerma no consigue cumplir su mayor deseo: concebir un hijo. Juan, su marido, es un humilde labrador que no comparte ese deseo y que solo quiere vivir tranquilo mientras saca adelante su hacienda. Presa en un matrimonio concertado, al que accedió porque sabía que era la única forma de formar una familia y con su deseo frustrado, Yerma se debate entre la desesperación y la esperanza, perdiendo poco a poco la cordura y entrando en una lucha consigo misma y con cuanto la rodea.
Federico García Lorca, dramaturgo granadino fusilado durante la Guerra Civil española, es reconocido mundialmente por la belleza de sus tragedias y dramas y por el impacto que ocasionaron en su momento las representaciones de los mismos, aunque muchos de ellos se tuvieran que estrenar en España muchos años después de la muerte del autor. De hecho, pese a que la obra que hoy nos atañe se estrenase en Madrid en 1934, una vez que estalló la guerra, estuvo prohibida durante muchos años, hasta que volvió a estrenarse en la temporada de 1960-1961.
Cuando escribió Yerma, Lorca quiso reflejar un único drama que asediaba a muchas mujeres de la época, sobre todo en las sociedades rurales: la esterilidad; y, a su vez, mostrar un carácter en desarrollo, el de una heroína que debe luchar contra sí misma y contra la sociedad que la señala con el dedo y se compadece de ella.
El drama comienza dos años después de la boda de Yerma y Juan, con el canto de Yerma que le habla a un hijo soñado que nunca llega. A partir de este momento, van pasando para el espectador los años sin que Yerma pueda concebir un hijo, preguntándose porqué ella, que tanto lo desea y que con tantas ganas se casó para poder tenerlo, no consigue quedarse en estado. Las vecinas y amigas, que se casaron a su vez o años después que ella, comienzan a compadecerla conforme van teniendo hijos, llegando al punto de apartarse de ella para evitarle el sufrimiento de ver que otras los tienen y ella no puede. Esta agonía está perfectamente reflejada por el dramaturgo en la obra.
«¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinillas planchadas en mi ventanillo? No. Usted me ha de decir lo que tengo que hacer, que yo haré lo que sea, aunque me mande clavarme agujas en el sitio más débil de mis ojos.»
Resulta especialmente interesante en el drama cómo están construidos los personajes. En primer lugar, Yerma, la protagonista, quien está marcada por su propio nombre, condiciona cada uno de sus actos a poder tener un hijo. Sin embargo, al ver que pasan los años y el hijo no llega, comienza una lucha consigo misma que enfrenta sus deseos a su moral, el quiere al debe ser. Será esta lucha interna, acrecentada por la opresión que ejerce cada vez más su marido sobre ella, la que desencadene la locura de Yerma y el final trágico. En segundo lugar, Juan, el marido de Yerma, es el antagonista de la heroína femenina ya que para él, la paternidad no solo no es importante, sino que es algo que perturbaría su tranquilidad y la comodidad que él ha construido con su hacienda.
«Piensa que tenía que pasar así. Óyeme. (La abraza para incorporarla) Muchas mujeres serían felices de llevar tu vida. Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos.»
Otro personaje muy interesante es el de la Vieja, de la que no sabemos el nombre, pero que influye con sus dos apariciones enormemente en nuestra protagonista. Lorca introduce en la figura de la Vieja la mujer que pretende liberar. Ella le ofrece a Yerma respuestas que vulneran su concepto de la honra pero que le permitirían alcanzar su deseo. Es la única que libera a Yerma de la culpa que la sociedad le impone de no poder tener hijos y achaca esa culpa a Juan.
«Aunque debía haber Dios, aunque fuera pequeñito, para que mandara rayos contra los hombres de simiente podrida que encharcan la alegría d los campos.»
Lorca critica la sociedad de su tiempo que condenaba a las mujeres a una vida de soledad, reclusión y padecimientos y, mediante los símbolos que caracterizan su producción, nos deja ver que los deseos insatisfechos desencadenan tragedias, acrecentadas por una moral opresora que ahoga más que libera. Algo que podemos ver en otra obras del autor granadino, como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba. Sin duda, Yerma es una tragedia llena de fuerza y pasión que nos arrastrará del deseo a la locura, camino por el que transita su protagonista.
«Voy a descansar sin despertarme sobresaltada por ver si la sangre me anuncia otra sangre nueva. Con el cuerpo seco para siempre. ¿Qué queréis saber? No os acerquéis, porque he matado a mi hijo, ¡yo misma he matado a mi hijo!»
A mí La casa de Bernarda Alba me gustó mucho, así que igual le doy una oportunidad a Yerma. Por cierto, me ha gustado mucho la reseña.
ResponderEliminar