Editorial: Anagrama | Páginas: 336
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Un nuevo caso se le presenta al detective Arturo Zarco: los señores Esquivel están seguros de que el asesino de su hija Cristina es su marido y quieren que nuestro detective llegue hasta el final del asunto. Comienza así una atípica investigación en la que Zarco deberá descubrir quién rodeó el cuello de la geriatra con aquellos cordones de zapato hasta su muerte.
Aunque pueda parecerlo, esta no es la típica historia policíaca a la que estamos acostumbrado, comenzando por su flamante detective: un cuarentón enamoradizo que ha conseguido salir del armario, pero no desligarse emocionalmente de su exmujer. Se van sucediendo a lo largo de la obra numerosos vecinos que encarnan extravagantes personalidades, pero que son muy actuales. Seguramente, todos los que vivimos en una comunidad de vecinos podemos encontrarnos a una Doña Leo, a una piedad o a un Clemente fácilmente.
La historia comienza cuando los señores Esquivel, cargados de prejuicios raciales y de clase, le piden a Zarco que demuestre que Yalal, su yerno, fue el asesino de su hija. El detective, presintiendo que sus suegros más que justicia quieren venganza y quedarse con su nieta, comienza una investigación para descubrir quién fue el asesino de una mujer a la que supuestamente quería todo el mundo. Lo más interesante en cuanto al descubrimiento del misterio es el juego de perspectivas narrativas que establece Sanz con el lector y que le permite mantener el interés por descubrir al asesino hasta el último momento.
Sin embargo, personalmente lo que más me ha gustado de la novela es la manera en la que la escritora plasma las relaciones que establecen los distintos personajes, sobre todo, la relación que mantiene Zarco con su exmujer, Paula. Las conversaciones que se intercalan entre el detective y Paula muestran una gran dependencia y toxicidad entre ambos personajes, incapaces de terminar su relación en el momento que terminó su matrimonio y creando, por tanto, una nueva en la que ambos se hieren y se apoyan. Paula, quien claramente sigue en cierto modo enamorada de Zarco, no puede olvidar el dolor que le causó que este saliese del armario. Además, en sus conversaciones telefónicas diarias, Zarco le cuenta sus escarceos amorosos para hacerle daño y recalcarle una y otra vez que ya no pueden ser un matrimonio, aunque queda patente que son algo más que amigos.
«Aunque mañana sea domingo, es tarde. Paula tendrá que zanjar esta conversación. Meterse en la cama para ponerse a dar vueltas como cada noche desde que me fui de casa. Por eso, procuro ahorrarle ese martirio restándole horas de sueño. Cada día, en torno a las doce, la llamo. [...]
— No, Paula. Yo me he enamorado.
Siempre le regalo a Paula una historia con la que pueda entretener su insomnio cuando, por fin, se va a la cama a oír pasar las horas en el reloj de pared que heredó de su padre.
— Vete a la mierda, Zarco.»
En cuanto al lenguaje, es explícito y claro, en ocasiones hasta puede resultar malsonante para muchos lectores, que quizá esperan un vocabulario más elevado para un libro. Sin embargo, este tipo de lenguaje mordaz y directo es el que caracteriza a esta escritora. A lo que se debe prestar mayor atención es a la cantidad de personajes que aparecen y a las relaciones y recuerdos entre ellos, ya que ahí estará la clave que nos dará la resolución del misterio. Todos parecen ocultar algo y todo tienen un porqué para sus acciones. Si embargo, ¿cuál no pudo evitar matar a Cristina Esquivel?
Como conclusión, la novela es muy recomendable pero no creo que les gustase los amantes de las novelas negras al uso. Probablemente, no se creen los mejores momentos de tensión o no se desmiguen demasiado lentamente las pistas, pero sin duda, la manera de crear ambientes y relatar sentimientos es sublime. Todos reconoceremos en los personajes de la novela a posibles vecinos o conocidos nuestros y podremos darnos cuenta de que el proceso de degradación social que se aprecia a lo largo del libro, es un proceso que se está produciendo realmente. Ahora que estoy empezando a leer Un buen detective no se casa jamás, la siguiente aventura del detective Arturo Zarco, espero que me dejen tan buen sabor como Black, black, black.
«Si le digo que sí, a lo mejor hasta me da las gracias. Cuelgo el teléfono. Es mi manera de seguir jugando con Arturo Zarco, que es un perfecto imbécil al que también le gusta jugar conmigo.»
La historia comienza cuando los señores Esquivel, cargados de prejuicios raciales y de clase, le piden a Zarco que demuestre que Yalal, su yerno, fue el asesino de su hija. El detective, presintiendo que sus suegros más que justicia quieren venganza y quedarse con su nieta, comienza una investigación para descubrir quién fue el asesino de una mujer a la que supuestamente quería todo el mundo. Lo más interesante en cuanto al descubrimiento del misterio es el juego de perspectivas narrativas que establece Sanz con el lector y que le permite mantener el interés por descubrir al asesino hasta el último momento.
Sin embargo, personalmente lo que más me ha gustado de la novela es la manera en la que la escritora plasma las relaciones que establecen los distintos personajes, sobre todo, la relación que mantiene Zarco con su exmujer, Paula. Las conversaciones que se intercalan entre el detective y Paula muestran una gran dependencia y toxicidad entre ambos personajes, incapaces de terminar su relación en el momento que terminó su matrimonio y creando, por tanto, una nueva en la que ambos se hieren y se apoyan. Paula, quien claramente sigue en cierto modo enamorada de Zarco, no puede olvidar el dolor que le causó que este saliese del armario. Además, en sus conversaciones telefónicas diarias, Zarco le cuenta sus escarceos amorosos para hacerle daño y recalcarle una y otra vez que ya no pueden ser un matrimonio, aunque queda patente que son algo más que amigos.
«Aunque mañana sea domingo, es tarde. Paula tendrá que zanjar esta conversación. Meterse en la cama para ponerse a dar vueltas como cada noche desde que me fui de casa. Por eso, procuro ahorrarle ese martirio restándole horas de sueño. Cada día, en torno a las doce, la llamo. [...]
— No, Paula. Yo me he enamorado.
Siempre le regalo a Paula una historia con la que pueda entretener su insomnio cuando, por fin, se va a la cama a oír pasar las horas en el reloj de pared que heredó de su padre.
— Vete a la mierda, Zarco.»
En cuanto al lenguaje, es explícito y claro, en ocasiones hasta puede resultar malsonante para muchos lectores, que quizá esperan un vocabulario más elevado para un libro. Sin embargo, este tipo de lenguaje mordaz y directo es el que caracteriza a esta escritora. A lo que se debe prestar mayor atención es a la cantidad de personajes que aparecen y a las relaciones y recuerdos entre ellos, ya que ahí estará la clave que nos dará la resolución del misterio. Todos parecen ocultar algo y todo tienen un porqué para sus acciones. Si embargo, ¿cuál no pudo evitar matar a Cristina Esquivel?
Como conclusión, la novela es muy recomendable pero no creo que les gustase los amantes de las novelas negras al uso. Probablemente, no se creen los mejores momentos de tensión o no se desmiguen demasiado lentamente las pistas, pero sin duda, la manera de crear ambientes y relatar sentimientos es sublime. Todos reconoceremos en los personajes de la novela a posibles vecinos o conocidos nuestros y podremos darnos cuenta de que el proceso de degradación social que se aprecia a lo largo del libro, es un proceso que se está produciendo realmente. Ahora que estoy empezando a leer Un buen detective no se casa jamás, la siguiente aventura del detective Arturo Zarco, espero que me dejen tan buen sabor como Black, black, black.
«Si le digo que sí, a lo mejor hasta me da las gracias. Cuelgo el teléfono. Es mi manera de seguir jugando con Arturo Zarco, que es un perfecto imbécil al que también le gusta jugar conmigo.»
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