Título: Cíngulo y estrella | Autora: Marta Sanz
Editorial: Bartleby Editores | Páginas: 66
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Cíngulo y estrella es el cuarto poemario de Marta Sanz, un cancionero de exaltación y celebración de treinta años de amor, un amor que sobrevive a la rutina y al tedio. Pese a que a Sanz se la pueda conocer más como novelista que como poetisa, en esta última faceta de ella podemos reconocer su lenguaje ácido y podemos descubrir una forma de expresión distinta a la que estamos acostumbrados.
En un momento histórico en el que la fidelidad y la estabilidad amorosa en sí misma ya puede resultar algo subversivo, en Cíngulo y estrella podemos encontrar poemas que ensalcen esos rasgos y que nos abran los ojos a lo que hay más allá de la pornografía y lo esporádico, sin que esto sea juzgado en ningún momento. Cada poema es simple y complejamente una transgresión tanto del amor clásico e idílico que se ha implantado en el imaginario colectivo, como de la liberación radical que se ha querido imponer socialmente y que nos llevan a una especie de anarquismo afectivo en algunas situaciones. Cada poema contiene en su mínima expresión un gran sentimiento. Tal y como ha llegado a afirmar la autora en más de una ocasión, este poemario es otra manera de expresar el amor, alejado de las palabras típicas que todos conocemos.
«No hace falta tatuarse
el cuerpo
para no olvidar
la curva
de una nariz.
Los apellidos.»
Si algo se puede resaltar especialmente de este poemario es la naturalidad con la que se puede apreciar que el paso del tiempo no siempre supone el desgaste del sentimiento, aunque pueda transformarlo, también puede enriquecerlo. A través de los distintos poemas podemos apreciar un amor que acompaña, que aporta, que muta y que engrandece. Me ha gustado especialmente la sensación que permanece tras la lectura de que pese a que la pasión inicial pueda no permanecer en su esplendor inicial, también puede manifestarse de otras formas y puede sentirse de distintos modos.
«Te tiro del pelo
y me acuerdo
de que eras futbolista.
Te borro las arrugas de la cara
y retorno a ese punto
en que amar
era sorpresa, soponcio, jabón lagarto.
Cuadratura del círculo.
Elefante.
Imposibilidad»
El lenguaje del poemario es fácilmente accesible a cualquier tipo de lector, aunque esto no quiere decir que los poemas sean de fácil comprensión ya que, a mi parecer, muchos de ellos están conectados entre sí y, a su vez, con toda una tradición literaria y un bagaje cultural del que no goza todo el mundo y que puede dificultar la experiencia de la lectura y puede llegar a impedir la completa apreciación de los poemas. La autora pone su formación literaria al servicio de su expresión poética y enriquece la expresión y el sentimiento que quiere transmitir aludiendo a la expresión del sentimiento que han recogido otros autores en sus obras. Y consigue además con esto, mostrar una actitud iconoclasta que nos lleva a replantearnos si la forma en que expresamos el amor es realmente nuestra manera inherente de expresarlo o lo hacemos de la forma en que la tradición nos ha impuesto que debemos sentirlo.
«Helena y, de Lesbia, el pajarillo,
Bocaccio y el arcipreste,
bueno, malo, santo, loco amor.
La pasión del Cosmopolitan.
La búsqueda del mapa del tesoro.
La higiene y la profilaxis.
Romio and Juliette,
pronunciados anglosajonamente
como en la canción de los Dire Straits.
Señorita Lolita Nabokov pase por caja,
Casanova y Valmont,
Ali McGraw y su leucemia,
—qué mala cara para ponerse a follar—,
Manon Lescaut y su caballero gris,
Piel de asno, Cecilia Valdés y Alicia Liddel,
amor en los tiempos del cólera,
polvo enamorado que nos produce alergia,
quien lo probó lo sabe
y la vagina retráctil de Bernarda Alba.
Como un portazo.
Ana Ozores y la rusa Ana.
Todas las concubinas del príncipe Genji.»
Sin duda, este poemario no es para quienes están acostumbrados a ripios y estructuras más o menos fijas o para los amantes de la poesía tradicional. El lector probablemente no va a encontrar la frase perfecta para dedicar a una pareja por redes sociales, como está tan de moda actualmente. No va a encontrar una sublimación del sentimiento amoroso al modo que nos ha impuesto Hollywood en los últimos años o como lo hicieron los grandes poetas petrarquistas. En él Marta Sanz rompe moldes y tradición, combinando expresiones cotidianas, que pueden llegar a parecer prosaicas, con la sublimación de un sentimiento con treinta años de maduración.
A mí me gustaron poemas sueltos, pero esperaba otra cosa. Me ha gustado mucho la reseña.
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