Kioto

Título: Kioto | Autor: Yasunari Kawabata
Editorial: Austral | Páginas: 238

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Chieko desde que era pequeña y sus padres le dijeron que no era hija biológica suya, ha creído que fue abandonada por una geisha siendo una recién nacida. Sin embargo, al cumplir los veinte años la ilusión se rompe y descubre la verdad: Takichiro y Seige Sada, ansiosos por tener un bebé, la hallaron sola bajo unos cerezos y se la llevaron. Pese a descubrir que sus padres la robaron, el amor que siente por ellos consigue que Chieko no sienta deseos de buscar a sus padres biológicos, aunque esto no impide que deba encontrar su propia identidad y su lugar en el mundo. Más aún cuando su vida comienza a llenarse de acontecimientos inesperados. 


Yasunari Kawabata fue un escritor japonés nacido en Osaka en 1899. Su labor literaria abarca más de doce mil páginas entre novelas, cuentos artículos, lo que le llevó a recibir el Premio Nobel en 1968, solo tres años antes de suicidarse. Algunas de sus obras más reconocidas son La bailarina de Izu, Lo bello y lo triste y La casa de las bellas durmientes. Su estilo destaca por la gran precisión de las descripciones de paisajes que llenan sus novelas y por sus reflexiones sobre el paso del tiempo y las relaciones entre la juventud y la vejez. 

En cuanto a Kioto, la novela con la que el autor pretendía confrontar las consecuencias que tuvo para Japón la posguerra tras la II Guerra Mundial con una sensación de fascinación y resentimiento, debo reconocer que me ha dejado con la miel en los labios. A lo largo de sus páginas, Kawabata elabora unas magníficas descripciones de la antigua capital japonesa y de los distintos festivales y celebraciones que acoge a lo largo de un año, haciendo que el lector pueda imaginarse perfectamente paseando por sus distintos rincones y templos, empapándose mediante las palabras del sentimiento religioso y estético que mueve a los personajes y que los inspira en sus distintas reflexiones. 

«El santuario Heian era famoso por el Festival de las Eras. Había sido construido en 1895 […] Según se decía, el portal y el salón exterior de culto habían sido construidos tomando como modelo el portal Otemmon, y el Gran Salón de Estado de la capital Heian original. También se habían plantado allí, como era tradicional, un Naranjo de la Derecha y un Cerezo de la Izquierda.»

En este marco que se representa casi como idílico, se desarrolla el argumento que me ha dejado tan intrigada: la búsqueda de la identidad de la joven Chieko. El autor nos va revelando pequeñas pistas que no terminarán de descubrir la procedencia de la protagonista, posiblemente, porque quiere restarle importancia a los orígenes, simbolizando que tras la guerra se han perdido, invadidos por lo occidental, y quiere resaltar el hecho de que más que saber, Chieko lo que debe es aprender a manejar los sentimientos de haber sido «abandonada». En ningún momento nos queda del todo claro cómo fue la inclusión de Chieko en la familia Sada, pero ella tampoco le da importancia a este hecho. Se hace una especie de reclamación y exaltación del presente:

«Por eso dije que los tulipanes estaban vivos. Florecen solamente durante una breve temporada, pero… ¿acaso no lo hacen con toda su fuerza? Ahora es su momento.»

La protagonista debe manejar los sentimientos que le generan las distintas personas a su alrededor, las decisiones que ellos toman y cómo se ve afectada. Se puede llegar a pensar que Chieko es una chica algo apática, pero a mi parecer, lo que el autor nos muestra es una joven que quiere satisfacer las expectativas que se generan sobre ella quienes están a su alrededor, sin saber muy bien cómo ser ella misma o, mejor dicho, quién es ella misma. 

La novela comienza con el florecimiento de unas violetas en un inhóspito arce y concluye con el florecimiento de Chieko, tras todo un proceso de autoconocimiento y de reflexión sobre la importancia de lo que somos y queremos ser. Se aúna la visión tradicional de los padres y la visión moderna de los distintos jóvenes para dar comienzo, al final, a una historia que lamentablemente no vamos a conocer. No sabemos cuál es finalmente la auténtica Chieko, qué va a hacer con su vida, qué camino van a tomar finalmente sus padres... Se nos abre todo un mundo de posibilidades del que se nos arrebata el conocimiento. Es una historia en la que cuando se comienza a saber, cuando se comienza a florecer, se nos deja caer del tronco del arce y el viento nos lleva. 

Kioto puede resultar en ocasiones una obra de desarrollo lento por las minuciosas descripciones del paisaje y de la ciudad de Kioto, pero sin duda, se le debe reconocer su gran valía lírica y su capacidad de atrapar al lector en una historia que, como he dicho, me ha dejado con la miel en los labios. 

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