Editorial: Anagrama | Páginas: 200
* * *
Raymond no puede soportar la felicidad que ha conseguido Lala con Adrián, aunque no sea capaz de reconocerlo. Junto a Elisa, antigua amante de Adrián, Raymond observa a la insustancial pareja desde la ventana, pensando en cómo destruir tanta felicidad con pequeños detalles. Sin embargo, hasta el aleteo de una mariposa es capaz de desencadenar grandes desastres. Amor fou es una novela de frustración y de relaciones sociales, de cómo el ser humano es incapaz de gestionar sus propios sentimientos y de los cambios sociales que estamos viviendo actualmente.
Marta Sanz crea una perturbadora historia de amor que nos muestra las carencias afectivas de los seres humanos actualmente, su incapacidad de gestionar sus propias frustraciones cuando el amor pasa de ese estado loco, aventurero, divertido, a un amor tóxico que nos corrompe y nos invita a corromper cuanto nos rodea. Las vidas de Raymond y Lala se entrecruzan para crear un relato de amores rencorosos, tóxicos, envenenados... de amores perdidos que se van, pero que dejan una cicatriz que muchas veces no termina de sanar. Cuando Raymond siente que ha perdido el control y que ya no es él quien maneja a Lala, sino al contrario, y ve cómo su compañera inicia una nueva relación con Adrián, comienza una dura lucha consigo mismo y su propia dignidad para terminar odiando la normalidad que Lala ha conseguido alcanzar con otro.
Uno de los aspectos más interesantes de la novela es cómo, mediante las dos figuras femeninas principales, Sanz consigue establecer una crítica sobre la visión que se tiene de la mujer en la sociedad. Se puede decir que sus personajes femeninos son, cuanto menos, perturbadores, víctimas del rechazo social que les impone ser madres perfectas o hijas perfectas, querer incondicionalmente, buscar el cuento perfecto, tener el cuerpo adecuado... En definitiva, una sociedad que les impone unas normas sin pensar en los propios deseos. Lala se ve en un primer lugar coaccionada por Raymond y, después, por Adrián y por sus compañeros de trabajo, que le impiden ser ella misma y expresarse de manera que pueda superar sus propios duelos internos. Lo mismo ocurre con Elisa y con Esther. La autora nos muestra en al cotidianeidad que se le puede achacar al relato lo macabro de la visión social de las mujeres.
Me traspaso a mí mismo por le agujero que soy y que no lleva a ninguna parte y me pierdo en esta soledad gaseosa con la que ni siquiera me puedo arropar
Uno de los aspectos más interesantes de la novela es cómo, mediante las dos figuras femeninas principales, Sanz consigue establecer una crítica sobre la visión que se tiene de la mujer en la sociedad. Se puede decir que sus personajes femeninos son, cuanto menos, perturbadores, víctimas del rechazo social que les impone ser madres perfectas o hijas perfectas, querer incondicionalmente, buscar el cuento perfecto, tener el cuerpo adecuado... En definitiva, una sociedad que les impone unas normas sin pensar en los propios deseos. Lala se ve en un primer lugar coaccionada por Raymond y, después, por Adrián y por sus compañeros de trabajo, que le impiden ser ella misma y expresarse de manera que pueda superar sus propios duelos internos. Lo mismo ocurre con Elisa y con Esther. La autora nos muestra en al cotidianeidad que se le puede achacar al relato lo macabro de la visión social de las mujeres.
No sé si es así por ser ella, Elisa, o si todas las mujeres en el fondo conservan esa brizna de pasividad, ese fermento de cuento de princesas, caballeros y dragones, que las lleva a experimentar orgullo si alguien las escruta en silencio y las acosa, si alguien finalmente las secuestra por amor y las ata a la pata de la cama y les pega una buena hostia porque las ama más que a nada en este mundo
El estilo narrativo de Sanz es una mezcla de poesía y violencia, que impacta en el lector y abre en él cicatrices emocionales que le permiten reflexionar sobre la crítica que subyace en el relato. Las referencias temporales, tan de actualidad, nos invitan a cuestionarnos el rumbo que está tomando nuestra sociedad, cada vez más intolerante bajo la máscara de la aceptación. Personalmente, el cierre de la novela me parece que tiene una fuerza narrativa capaz de hacer que el lector cierre el libro y se quede con un sabor de boca agridulce ante la idea de que la ficción está tomando un matiz demasiado real que, sin embargo, nos recuerda a la obra maestra del gran Orwell, 1984.
Como el mismísimo Raymond, el lector se introduce en medio de un diálogo silencioso entre dos puntos de vista que convergen y divergen a un mismo tiempo para descubrir que el amor, en un sentido u otro, tiende a ser violencia y que cuando finalmente se alcanza un amor fluido, como el de Lala y Adrián, solo consigue despertar la sospecha y la envidia y, por supuesto, el deseo de destrucción de lo bello. La sociedad actual no es capaz de soportar aquello que no es tóxico, que no es destructivo.
Se ha anunciado la novela como "el libro por el que Marta Sanz estuvo a punto de dejar de escribir", pero estoy segura que sus palabras inspirarán a más de uno a empezar a hacerlo o, cuanto menos, a reflexionar sobre los peligros del camino por el que transita el ser humano actualmente.
Como el mismísimo Raymond, el lector se introduce en medio de un diálogo silencioso entre dos puntos de vista que convergen y divergen a un mismo tiempo para descubrir que el amor, en un sentido u otro, tiende a ser violencia y que cuando finalmente se alcanza un amor fluido, como el de Lala y Adrián, solo consigue despertar la sospecha y la envidia y, por supuesto, el deseo de destrucción de lo bello. La sociedad actual no es capaz de soportar aquello que no es tóxico, que no es destructivo.
Se ha anunciado la novela como "el libro por el que Marta Sanz estuvo a punto de dejar de escribir", pero estoy segura que sus palabras inspirarán a más de uno a empezar a hacerlo o, cuanto menos, a reflexionar sobre los peligros del camino por el que transita el ser humano actualmente.
Hubiera debido ser yo la que impusiera un límite, ya que amaba a Raymond, o quizá no, o es que el amor no es tan excluyente como marcan las legislaciones, o es que existen muchas formas de querer que vamos parcelando para no confundir a los padres con los amantes, a los hermanos con los animales de compañía, a los hijos con los desconocidos
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